Cuando el portador del balón decide atacar a la defensa, jugar dentro de ella sabiendo que entrará en contacto con el contrario, toma la decisión bien porque forma parte de un movimiento técnico-táctico programado y ‘es lo que toca’ o bien, por decisión personal adaptándose (en contra de lo programado) a esa situación particular; ha leído el entorno y ha considerado que atacar a la defensa es la mejor opción en ese momento.
El caso es que cuando el jugador entra en contacto, se centra en ganar la lucha individual y, casi siempre, se olvida que la batalla no se acaba en el contacto sino que después de ganar la lucha por mantenerse de pie y mantener la posesión del balón, si no puede seguir avanzando, lo primero que se espera de él es que dé continuidad a su acción con un pase a un compañero en apoyo. Inmediatamente después, él mismo ha de reconvertirse en un apoyo efectivo del nuevo portador del balón, seguir siendo útil en todo momento.
Ganar la lucha del contacto es fundamental pero, en nuestros entrenamientos, propongo que no nos quedemos en los gestos técnicos. Hagamos entender a los jugadores que es necesario encadenar las acciones. Preparemos actividades acordes a ello de manera que el jugador, con o sin balón, busque siempre dar continuidad al juego.
Dando otra vuelta de tuerca, podemos trabajar la visión periférica durante el contacto para anticiparse a la defensa buscando esas rápidas opciones encadenadas de las que hablamos que aceleren la acción. No permitir que el contacto nuble la visión del jugador, ni que éste entre en un estado de ‘tunnel vision’ que le limite y que le impida percibir su entorno más cercano. Si unos segundos antes analizó la situación y tomó la decisión de atacar a la defensa, que siga analizando.
En mi opinión, todo entrenador debería asegurarse de que el jugador comprende la importancia de cada elemento del juego a través de los entrenamientos, no sólo en la teoría.
Creo, fruto de la observación y de experiencias personales, que cuando los entrenadores preparamos sesiones de entrenamiento, a veces no dedicamos el suficiente tiempo a pensar si nuestros ejercicios realmente motivan a nuestros jugadores y si estamos haciéndoles mejorar y entender el juego; planteándoles nuevos retos y sometiéndoles a la presión suficiente para que el proceso de aprendizaje sea efectivo. Más bien, lo que hacemos es diseñar sesiones de entrenamiento que nos resulten cómodas de desarrollar, manteniéndonos en nuestra propia zona de confort. No basta con retar al jugador, también hemos de ponernos a prueba a nosotros mismos.
Por eso, después de una sesión de entrenamiento, de camino a casa, me gusta hacer un breve ejercicio de retrospectiva y repasar cómo fue la sesión, si cumplí con mi objetivo, si fui capaz de transmitir lo que quería, si los jugadores me entendieron, si asimilaron lo que entrenamos... si hice un buen planteamiento, si fui suficientemente claro y preciso, si fui didáctico, si manejé los tiempos así como los elementos del entrenamiento, si mantuve el nivel durante toda la sesión, etc... pero sobre todo, si nos divertimos y nos quedamos con ganas de más, de volver a entrenar el próximo día.
Creo que es un hábito muy constructivo, incluso si puedes compartirlo con otros entrenadores que estuvieron presentes observándote, resultará muy enriquecedor.
Cuando vemos un partido desde la perspectiva que nos da nuestro asiento privilegiado en la grada o en el sillón de casa frente a la televisión, es difícil entender porqué muchas veces los jugadores no corren hacia el espacio libre y en cambio se complican jugando en zonas más pobladas de contrarios, dificultando así el avance y poniendo en peligro la posesión del balón.
Cuando el portador del balón avanza, éste se convierte en el principal foco de atención de los contrarios y compañeros más cercanos a él.
La defensa querrá detener el avance rápidamente mientras que el portador del balón, valiéndose de su técnica individual, intentará evitar el contacto. ‘Luchando’ contra los defensores cercanos tratará de mantenerse de pie y no perder el balón para seguir avanzando o, mediante un pase, hacer avanzar a un compañero.
Esta situación descrita, que se da en el juego, es común cuando se ataca a la defensa; se pasa de jugar delante de la defensa a jugar dentro de ella. Situación inevitable por otro lado ya que, si un equipo ataca con la posesión del balón, el otro defenderá con la intención de robárselo, claro.
Ahora bien, si pensamos en cuál es la situación ideal que se le puede presentar a un jugador con balón diríamos que encontrarse corriendo a máxima velocidad, con el balón en las manos, y sin jugadores contrarios interfiriendo en su camino hacia el ensayo.
Por lo tanto, hablar del espacio es hablar de la clave del éxito. O lo que es lo mismo, trabajar para conseguir poner jugadores con la posesión del balón en el espacio libre que garanticen el avance hacia el ensayo.
Si jugando delante de la defensa no encontramos espacios libres, tendremos que crearlos. Es ahora cuando tiene sentido ver a aquellos jugadores que, en vez de jugar hacia los espacios poco claros o difíciles de aprovechar, atacan a la defensa y juegan dentro de ella para implicar defensores y desordenar el sistema defensivo contrario.
Conservando el balón y con movimiento de avance; tarde o temprano, los espacios libres aparecen y entonces, si hemos mantenido la posesión y tenemos jugadores circulando en (o hacia) esa zona libre, estaremos ante una situación muy favorable.
Lo que dejo para la reflexión es el trabajo, durante los entrenamientos, para que los directores de juego sean capaces de crear espacios atacando (y por lo tanto desordenando) a la defensa y de percibir cuando es el momento de explotarlos.